sábado, 5 de abril de 2014

A Gustavo Rodríguez ......

Gustavo Rodríguez  era mi amigo. Nos queríamos, nos respetábamos  y nos hacía felices vernos.  Estuvimos muy cerca durante mis años de TV, y era muy frecuente protagonista en las cosas que yo hacía, sobretodo en programas  históricos, o  en las “remotas”  cuando  había cabida para  un actor que diera fuerza a los personajes involucrados.
Una vez, en Carúpano, su figura solitaria frente al mar, en un amanecer especialmente triste, llenaba la pantalla con su mirada y su voz con el “Canto del amor viajero” de Andrés Eloy y otra vez, intenso, vigoroso, era la voz digna del Job Pim   arrastrado por los grillos pesados de la dictadura Gomencista y otra vez, en el helado teleférico merideño. Abrazados y emocionados ante el paisaje y  nuestro amor por Venezuela,  compartíamos un momento de su historia. Y estaba también el Gustavo cercano, íntimo, que me consolaba o regañaba según mis crisis , y el compañero que compartía sueños.
Una vez, en mi  entrevista imaginaria a Bolívar, alguno lo llamó para  que se pusiera en contacto conmigo. Lo primero que me dijo fue: “Tú no puedes hacernos eso ni a Bolívar ni a mí. Mi momento de protagonizarlo pasó…..”. Trabajamos juntos con ese entendimiento claro de  lo que teníamos, esa fortuna de   hacer lo que nos apasionaba hacer.
Una vez me salvó la vida: yo terminaba una relación traumática con uno de esos seres que jamás repetirías, y Gustavo, que era su amigo también,  estaba preocupado y de mi lado. Llegó a mi apartamento en un piso 19 y  cuando desde el balcón me montaba en un sillón para arreglar una cortina, expuesta al vacío, entraba Gustavo y el sillón se rodaba….Me alcanzó, aferrándose a mi cuerpo. Lo primero que le pasó por la cabeza   fue que yo me  quería tirar. Yo estaba abrazada a él, aterrorizada.  Lo que podía haber pasado  nos asusto a los dos.  Y nos costó ¡Te imaginas lo importante que se iba a sentir ese  tipo”    Por mucho tiempo luché contra esa imagen  que desvirtuaría   la personalidad ganada frente a la pasión que era y es  Venezuela. Yo temblaba…  
Esa fragilidad del ser humano ante  la misma vida lo colocó a él providencialmente allí. Por mucho tiempo nos encontrábamos y nos abrazábamos sin hablar.
Al  actor, ese  camino lleno de retos y triunfos, de desvelos y aplausos, le quedó corto.  Pero Gustavo  se despidió   con la elegancia  y la fuerza   para bajar el telón con la actuación más  dolorosa y brillante de su  carrera. Sobrio, Gustavo  se obligó en su carácter de gran actor, al más importante y exigente papel de su vida.
Yo valoro su  presencia en mi vida y lo extraño aunque nos viéramos ya tan poco! A los suyos mi abrazo  fuerte, sentido.
 


1 comentario:

  1. Que belleza digno de ud y de el...y de una amistad como la de la canción...cuando un amigo se va...

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ISA DOBLES